jueves, 16 de abril de 2009

La voz a ti debida


Tú vives siempre en tus actos.
Con la punta de tus dedos pulsas el mundo,
le arrancas auroras, triunfos, colores, alegrías: es tu música.
La vida es lo que tú tocas.
De tus ojos, sólo de ellos, sale la luz que te guía los pasos.
Andas por lo que ves. Nada más.
Y si una duda te hace señas a diez mil kilómetros,
lo dejas todo, te arrojas sobre proas, sobre alas, estás ya allí;
con los besos, con los dientes la desgarras: ya no es duda.
Tú nunca puedes dudar.
Porque has vuelto los misterios del revés.
Y tus enigmas, lo que nunca entenderás,
son esas cosas tan claras: la arena donde te tiendes,
la marcha de tu reloj
y el tierno cuerpo rosado
que te encuentras en tu espejo
cada día al despertar, y es el tuyo.
Los prodigios que están descifrados ya.
Y nunca te equivocaste, más que una vez,
una noche que te encaprichó una sombra -la única que te ha gustado-.
Una sombra parecía.
Y la quisiste abrazar.
Y era yo.

Pedro Salinas